Dos conceptos ante el matrimonio homoparental

Por Fabio Ciro 

 La discusión planteada en torno a la adopción homoparental se debe observar desde nuestro contexto, y aceptando la realidad objetiva en la que nos reconocemos o movilizamos desconociendo una realidad homoparental. Desde el prejuicio, es algo complicado de entender, sobre todo en estas sociedades o culturas heteronormativas, patriarcales, hegemónicas, que van desde la Iglesia, la Familia y la Sociedad, provocando fuerte influencias en nuestro sistema “Democrático”. Democrático desde el punto de vista de la constitución de 1991 puesto que fue, precisamente, una propuesta como una constitución más abierta, justa e igualaría donde se considera que Colombia es, al menos en teoría, un Estado Laico.

Con bases argumentadas con la apariencia axiomática, simbólica y especulativa en el discurso político cristiano. Ahora, quiero empezar desde el asunto del Ethos Griego, es decir; desde el comportamiento en relación con la vida, el mundo y los demás seres naturales dentro del sentido social, personal o espiritual. Estar en contacto con los otros hace pensar o creer que somos seres posibles, dentro del tiempo y el espacio donde nos desarrollamos, desde todas las dimensiones y posibilidades culturales, pues ante todo somos una construcción cultural, desde el lenguaje, las creencias, del cómo nos vemos hacía el otro, (los otros). Desde todos los ámbitos o dimensiones espirituales que tiene cada ser humano, pues no hay ningún ser humano que no tenga nada importante que aportar a la sociedad, al Ethos, a lo múltiple, a las nuevas realidades que creamos entre todos.

Justamente por esos ángulos en donde se construye una idealización con el encuentro y en la salida de la discusión, adhiero, o contemplo, que el tema de la adopción Homoparental debe estar concebido desde el ser, desde lo múltiple o lo posible, (hoy posiblemente factible en algunas sociedades contemporáneas). En general sobre el asunto de la adopción homoparental  pueden plantearse discusiones y reflexiones de carácter democrático, con fundamentos desde lo teórico, y antropológico social. Facilitar pertinentes discusiones que resistan la discusión sin acudir a un “referendo” para que parejas del mismo sexo sean sujetas de un mecanismo, que en últimas resultaría siendo otro mecanismo electoral más que está signado por el sinsentido político, ¿por qué? Por lo anacrónico, porque todavía se piensa que el sentido absoluto del precepto hombre-mujer  está regido por ciertos discursos del orden religiosos-científico, también por condicionado por los preceptos cristianos  y  con su proyecto de orientar la denominada concepción evangélica de “la norma recta de vida”. Algo  ya refutado, discutido, y desmitificado por estos días en las academias, en la calle, los seminarios, los diferentes movimientos cívicos, políticos, o culturales de carácter independiente. Esas doctrinas del no desear, del no al goce con el cuerpo, es intentar refrenar una pulsión volcánica, que solo genera confusión, caos, como muchos otras facturas progresivas en el vínculo de la construcción social. ¿Tendencias conservadoras, tendencias transgresoras?

Hay una crisis, y es la crisis de lo que conocemos como las “democracias modernas”, o las democracias liberales, y esta crisis está en dirección con un objetivo exacto, unas lógicas ideales van entendidas  en términos de lo que es “bueno”, “bello” y “justo”, y que tienen atravesado al sujeto, al Hombre o al Individuo por unas convicciones de pensamiento orientadas en construcción desde las culturas, las creencias, el contenido mitológico. Seres relativizados dentro de un contexto problemático donde habitamos un lenguaje, un lenguaje tan absurdo como contaminado, y contaminado en función de la imagen del mundo -cultura esquizoide-, o de la representación existencial, olvidando aquel noble fin que promueve una cierta definición, y es que entre más se ES (desde el ser), más se vive.

¿Tiene sentido que un individuo se realice desde una constitución política, o qué se desarrolle desde el Ethos: la construcción cultural?

Entonces, podemos extraer que la discusión también está en función del Estado, o qué conocemos como “Estado” en términos políticos. ¿Un Estado padre y rector canónico de los asuntos tanto divinos como Humanaos? La coherencia entre el sentido del Estado (en el orden gramatical), no siempre va cohesionado con el concepto Constitucional.

Ambos asuntos son engañosos, y tener la conciencia o la determinación de no plantearnos o dejarnos gobernar por discursos del orden ideológico-religioso, sería no propender por el sentido de la vida, es desconocer desde un absoluto hasta una ausencia.

Del tema o del asunto de llevar a la palestra pública, al paredón o al escarnio de la “democracia” el asunto de un referendo por la adopción homoparental es sencillamente deleznable, ¿Por qué? Porque bien se conoce que en nombre de las denominadas “democracias”, entiéndase democracia en su masa o su conjunto,  llegan a ser muy  peligrosas, pues toda masa, sea de la inclinación política que sea, está contaminada por el sesgo emocional, ideológico y moral, o ideológico-religioso, o peor aún, del prejuicio individual, y que resultan fusiladas en las sociedades burguesas y cristianas que habitamos.

Debemos de encontrar una certeza, una especie de inercia, una propuesta para ir aceptando los nuevos conceptos de familia, u otras orientaciones particulares de lo que es la familia y sacarla de esa “verdad” preconcebida desde las estructuras sociales, de ese establecimiento que enfrasca, entorpece, y que es obtuso. Sacarla a nuevas visiones y posibilidades del concepto de familia. No hay una sola “verdad”, hay otras verdades también antropológicas.

¿En lo fundamental cómo nos queremos despedir? …Será dejando las mismas  estructuras encomiadas en la cultura? ¿Que acaso no es un ideal sublime la capacidad de trascender como ese maravilloso accidente de la materia?

No olvidemos tener presente  que todos en la vida entramos, saludamos y nos despedimos.

LECTURAS VAIRAS.