Ulises: La alegría del encuentro...

 

Ulises: la alegría del encuentro con la palabra

Por: Arbey Salazar Blandón.

Sus labios dieron labios y boca a inmateriales besos de aire. Boca a su vientre. Antro, tumba donde todo entra. Del molde de su boca su aliento fue exhalando sin palabras: ooeehah; estruendo de astros en catarata, igniciones esféricas bramando sevanvanvanvanvanvanvan. Papel. Los billetes de banco, malditos sean. La carta del viejo Deasy. Hela aquí. Agradeciéndole su hospitalidad arranquemos el extremo de una roca plana y garabateó palabras. Con esta van dos veces que me olvido de tomar papeles del mostrador de la biblioteca”, fragmento de Ulises de James Joyce.

Cuando me encontré con el Ulises de James H. Joyce por primera vez no tenía ni la menor idea de a qué me enfrentaba: era el año de 1993, por allá a mediados de junio; recuerdo que el clima resultaba cálido y apacible en las tardes, lo cual hacía propicio la lectura de tan magna obra. También recuerdo la primera vez que escuché hablar sobre esta novela: Jaime, el profesor de español de décimo grado, nos habló de los tiempos verbales de la obra, de su narrador y de la exploración de la conciencia humana a través de la narración de la novela que va al interior del ser, aquel que se esconde porque si se devela ante los otros se ha de desvanecer su esencia y terminará siendo uno más dentro del mundo en el que habita... Por ello no se me olvida la vez que escuché a mi profe hablar de Ulises.

Pero sigamos la narración de mi historia. Era un viernes cuando después de leer La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, tomé en mis manos el texto de Joyce y lo abrí. El primer párrafo comienza con un adjetivo calificativo que más parecía un sustantivo que de entrada describe la novela: Imponente, hablando sobre Buck Mulligan. La verdad fue que desde ese momento el encuentro entre el texto y yo fue fatídico: lo leí por inercia, pretendiendo creer que lo entendería y no fue así.

La novela se impuso sobre mi joven bagaje literario, pero fui osado y la terminé. Debo reconocer que no la entendí: mis apenas diez y siete años no me daban las facultades cognitivas para hacerlo, no quiero decir que alguien de esa edad no pueda entenderla, sino que yo soy un lector tardío. Hay muchas personas jóvenes que tienen mucho bagaje en literatura y quizá sea el momento para hacerlo y es que, parafraseando a Borges Uno no escoge el libro… por ello, no era mi momento de encuentro con Ulises, con Bloom, con el final fantástico de la novela en el que nos encontramos con el soliloquio u monólogo interior de Molly Bloom, esposa del personaje.

Pasaron alrededor de veintiún años hasta que volví a acercarme a la novela, pero esta vez fue ella quien me escogió.

Recuerdo que me paseaba por el parque de El Poblado, barrio de mi ciudad donde los diciembres realizan una especie de minifiesta del libro, y yo buscaba novelas históricas, pues estaba apasionado con la vida de Publio Cornelio Escipión. No tenía otro objetivo que encontrar novelas ora sobre Aníbal ora del Africanus, o por lo menos textos que hablasen de la segunda guerra Púnica; pero en mi escudriñar minucioso me encontré con el Ulises de Joyce y lo ignoré, "¿para qué volver al pasado?", sin embargo, pensé que con la obra tenía una deuda pendiente y era la de entenderla. En el momento deseché el pensamiento y seguí en mi empresa, pero una y otra vez volvía Bloom a mi cabeza. Así pues, atacado por esos pensamientos longevos por más de media hora, decidí renunciar a mi búsqueda e inclinarme por Bloom.

Pasaron quince días hasta que me topé con el libro en mi biblioteca, buscaba algo propicio para leer el fin de año y allí lo veía, imponente ante los otros libros, así que lo tomé y lo guardé en el morral, pues para ese día tenía presupuestado terminar de leer el libro que me acompañaba e iniciar con otro.

Así fue. Pasadas las doce de la noche del primero de enero de 2014 me enfrenté por segunda vez con Joyce e inmediatamente me metí de cabezas al mundo lingüístico de la novela, a su magia literaria, a los juegos de palabras, a la capacidad creativa en la construcción de sus oraciones, de los diálogos, de los monólogos interiores, del uso de los tiempos verbales, de la capacidad de pasar al lector de un estado de melancolía a una risa socarrona, sombría, sincera e hipócrita.

Todo se conjuga de una vez en una novela que trascurre en dieciocho horas pero que se antoja atemporal a merced de la palabra que allí se significa, resignifica y multiplica cuando Bloom y sus amigos recorren Dublín como si estuvieran en la empresa de llegar a su propia Ítaca, una Ítaca interior rodeada no de aguas, sino de pensamientos tan claros y confusos como son los nuestros a la hora de estar desnudos ante las cavilaciones personales.

Me sumergí en ese viaje con cada uno de los personajes, por caminos tortuosos de la vida con los cuales nos identificamos. Ahora puedo decir que la novela resultó ser un gran viaje por un mar de palabras, que faltaron deudas por saldar con ella, pero es que el Ulises no es una novela para leerla dos veces y ya. Quizás en los años venideros ella me vuelva a embarcar en sus páginas y me lleve a navegar para recordarme que el tiempo real pasa, que la vida me ha llenado de blancura el cabello pero que ella sigue allí, en constante movimiento, yendo de acá para allá, descubriendo el mundo interior, haciéndome reconocer que soy el mismo indefenso chico de hace muchos años que aun busca el camino para llegar a Ítaca, al lugar donde habré de descansar después de un día o una vida de camino.

Este 2022 se celebran los 100 años de la publicación de Ulises; dicen que Joyce se demoró siete años escribiéndola.

Su fecha de publicación fue el 2 de febrero, fecha en la cual Joyce estaba cumpliendo 40 años (nació el 2 de febrero de 1882 en Dublín); la librera Sylvia Beach fue quien realizó la primera edición del libro de Joyce; Stephen Dedalus, Leopold Bloom y su esposa, Molly, son los personajes de la novela que trata sobre la vida de ellos durante dieciocho horas, la fecha en que esto sucede es el 16 de junio de 1904, desde esa misma fecha pero en 1954, se comenzó a celebrar en Dublín el Bloomsday en honor al personaje principal de la novela, en este día los dublineses salen a las calles de la ciudad y hacen el recorrido que Bloom realiza en la novela.

Un dato curioso: la fecha en la que Joyce conoce a su esposa, Nora Bernacle, es el 16 de junio de 1904, de ahí que esa sea la fecha de la historia. Sea para siempre enaltecida esta extraordinaria obra de la literatura universal.

 Ulises

 

LECTURAS VAIRAS.