Conversación con Fernando Hernández. Por Fabio Ciro

 

El sociólogo y traductor Fernando Hernández Vélez, poeta ciudadano del mundo, desprendido de grandes o nobles ideales e incrédulo de quimeras utópicas, ha publicado su autobiográfica novela: "Yo, Tiresias, el hijo de la generación perdida", allí el poeta nos presenta un estado del alma, esa saudade: dulce melancolía triste, ese sentido pragmático de la vida de quien ha sufrido y ha vivido el contexto social colombiano siempre tan lleno de complejidades, truculentas paradojas y las diferentes formas de las violencias que perviven en las trampas de lo absurdo o del azar. 

 

En el contexto mitológico digamos que Tiresias no sólo es considerado el adivino universal, sino también consejero. Es Tiresias quien predice (o conoce) la tragedia de Narciso. Cuando la madre de éste (la ninfa Liríope) le pregunta a Tiresias si su hijo ha de tener larga vida, el adivino le responde: “Solamente si no llega a conocerse a sí mismo"

 Aquí algunas preguntas en torno a su obra literaria...

¿Es tu autobiografía esa búsqueda tan inquietante en cualquier sujeto, en donde la soledad o el silencio siempre nos confronta consigo mismos y nuestros demonios inconfesables?

La soledad para aquellos como yo, no viene sola. Viene agendada de reproches por no tener una creencia religiosa. La soledad es más extrema para los no creyentes porque en las mañanas no tenemos en quien confiar nuestros más íntimos secretos y miedos. Es cierto que las búsquedas más intensas se hacen en solitario, pero muchas veces esas búsquedas nos llevan a nuestro interior, lugar donde terminan casi todas las búsquedas.

En uno de los primeros capítulos de la obra, está la referencia a Miguel, y desde aquella trágica desaparición afirmas en decir que él pasó a ser: " parte de mi mundo imaginario desde entonces...", hoy en este 2021 agonizante, Miguel aún es importante en tu creación o evocación literaria?

Miguel con los años se ha convertido en un juez implacable al momento de entablar relaciones interpersonales con los demás. Él es quien decide si esta o aquella otra amistad me conviene o me merece. Sin su mirada juzgadora no puedo ser amigo de nadie.

En el capítulo 6 "Mi descenso al Infierno", nos encontramos con una herida abierta hacia la imagen materna. Ello conmueve de cierta manera, teniendo en cuenta la concepción inmaculada de la madre en nuestra cultura y folclor.  La pregunta es ¿Hasta dónde se puede ser consiente en que no siempre se puede tener ese indiscutible afecto o amor hacia a la madre?

Es una disyuntiva que hace de mí un outcast, un ser duro consigo mismo y con los demás. Claro que no creo ser el único que nunca sintió nada por su madre; creo más bien que soy uno de los pocos que tiene la entereza y el valor de confesarlo. Desde muy temprana edad sentí que entre los dos no había ninguna conexión. Ella tenía sus hijos preferidos, y yo no estaba en esa lista.

En lo personal me llamó mucho la atención tu versión según la cual, solamente debe haber 5 mandamientos: "No matar", "no desear la mujer del prójimo", "respetar a los mayores", "robar a los ricos siempre que se pueda", y "nunca evocar la palabra dios". ¿Aplicas en tu realidad cotidiana estos preceptos?

Cuando joven en esa Nueva York de los años 70 robé muchas veces para sobrevivir, y siempre le robé al que más tenía. No creo en ningún ser superior o en lo sobrenatural. Todo en este mundo tiene una explicación científica. Creo en una cosmogonía universal al estilo de Spinoza.

"La mujer de los ojos amarillos" es sin duda, una mujer ferozmente importante en esa experiencia tan caustica, trepidante, y por supuesto inolvidable peregrinaje en Estados Unidos, hoy en día, ¿qué sabemos de ella?

Tuve contacto con ella la última vez hace 2 o 3 años. La amistad de cierta forma entró en una etapa de desgate. Pero ella siempre tendrá un lugar en mis pensamientos.

"El poeta Desconocido" es una especie de "leitmotiv" en tu narración autobiográfica, es clara la influencia del poeta en tu trayecto creativo mientras entretejes la obra. ¿podría decirse que él es tu alter ego?, ¿cómo nació ese personaje?

Sí. Es mi otro yo. Ese personaje itinerante que me hubiera gustado ser sino se hubiera atravesado en mi camino el fenómeno del narcotráfico. Un idealista y un ser que pierde la cabeza por amor a una mujer y a la poesía.

A veces el destino nos tiene preparado lo inasible y lo imposible. ¿Piensas que en el mundo sórdido del narcotráfico usted debió transcender un poco más, o, por el contrario, cree que usted salió indemne de ahí, a pesar de haber estado en la cárcel?

Creo que salí maltrecho y desecho. A mí me capturan 15 días después de presentar mi último examen en la universidad. Osea que los ocho años que estuve estudiando no sirvieron de nada. Tengo un diploma, un Bachelor of Arts Degree en Sociología, pero eso no sirvió de nada porque primero vinieron los dos años en la cárcel y luego la deportación. Ya en Colombia me he tomado más de 20 años tratando de dejar atrás el estigma de haber sido un narcotraficante. Apenas es ahora cuando he decidido publicar la novela y presentarme, no solo como poeta, sino también como un ex convicto.

En uno de los últimos capítulos llamado "Mis últimos días", dices: "infeliz y deportado. Aquí voy de nuevo tratando de eludir la maldición de la soledad ..." y que: " Deberíamos abrazarnos a la soledad infinita, convertirnos en islas, en rocas impenetrables..." ¿Esta dulce amargura o amable desasosiego debería estar presente en cada vida humana?

Mi soledad es como un estado de resignación omnipotente. Un estado de soledad espiritual que se disfruta, pero que también duele.

Para terminar, ¿A este país le hacen falta más "Tiresias"? 

Lo que necesitamos es más amantes de la lectura, de la poesía.

 

Su novela, como sus otros trabajos literarios, están a la venta directamente con el autor al numero: 315 4947895.

 

LECTURAS VAIRAS.